Debo compartir que soy una mujer divorciada. Por tanto, he vivido el proceso que implica llegar a la
condición de divorciada en el sentido de romper el vínculo jurídico que se crea
al realizar el acto civil del matrimonio.
Actualmente, las mujeres y los hombres
hemos aprendido a aceptar que el amor es
eterno mientras dure, que en la vida se produce cambios, y seguramente el matrimonio
cada vez más está dejando de ser
el paradigma de “unidos para
siempre”. Por eso pienso que saber
divorciarse en un marco de armonía y
conciliación es un signo de gran sabiduría y de acertiva actitud ante la vida misma.
Por haber tenido varias amigas y amigos que
vivieron ese proceso, y por mi propia experiencia, puedo decir que no creo que se pueda hablar
de qué es lo más importante, ya que hay varias cosas de igual relevancia. En
ese listado se puede mencionar, por ejemplo, la importancia de la convicción de las dos partes
de que poner fin a la unión es lo más indicado, como se diría, el mal necesario
bien asumido por ambas partes, eso es de primordial incidencia a la hora de los
papeles.
En este catálogo referente a la mutua convicción, que es lo ideal, entrará el tema de los hijos e hijas, y el efecto que tendrá sobre cada uno de los cónyuges el desprendimiento no
solo de la pareja en sí misma, sino también el impacto en cada uno de los hijos e hijas, ya que uno de
los progenitores estará ausente. Alguien
va a faltar en casa. Y en cuanto al factor dinero, se ha dicho y con mucha
razón, que el divorcio empobrece, porque
se hace la división de una sociedad de bienes que en su conjunto tiene
un valor adquisitivo mayor, el que
al dividirse desciende en forma tangible, y además, pública. Y eso que hay que tener en cuenta, que muchas
veces quien tiene el manejo del dinero,
que generalmente es el marido, enajena
parte de los bienes antes de la iniciación del proceso de divorcio. A veces,
con suerte, la mujer se queda con la
casa familiar, especialmente porque ella
queda con los hijos, pero luego viene la
lucha por la prestación de alimentos que por lo general, es una batalla
interminable.
Aun así con toda su implicancia, coincido plenamente con varias personas, de
que “divorciarse es un acto de honestidad”, que se debe explicar claramente a
los hijos, quienes talvez no entenderán
cuando sean muy pequeños, pero más tarde comprenderán y hasta estarán
orgullosos de este acto de sinceridad de sus progenitores. Sin duda, el divorcio puede ser un acto muy
doloroso, pero de algunas de las partes
o de ambas implica una clara expresión de sinceramiento, que conducirá
a la libertad personal que conducirá hacia
nuevos horizontes.
He oído opiniones sobre matrimonios aparentemente bien avenidos , con
hijos con problemas de diversa índole, y
he podido observar hijos de divorciados, como es el caso de mi hija, equilibrados y con capacidad de enfrentar y
manejar las dificultades, supera los
obstáculos. Honestamente opino que decir que los hijos de divorciados “no salen
bien” es una falacia.
Como afirmó alguna vez Mme Sarkozy, la ex Primera Dama de Francia, “un
día la pareja ya no es la cosa más esencial de tu vida, que la pareja ya
no funciona “, pero al mismo tiempo se
descubre que la vida continua , y que la felicidad también se realiza sin
pareja o con otra pareja, y entonces se debe ser tener el valor de la honestidad
y vivir esa realidad, que es parte de la vida misma en su continuo
movimiento. Las vidas de la Vida.
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